viernes, 26 de octubre de 2007

Los Totenwackers (2007, Ibón Cormenzana)

Se publicará en Cine para leer. Julio-Diciembre 2007, Ed. Mensajero, Bilbao.



Con más anticipación que Cortilandia se estrenó esta película con vocación navideña firmada por el vasco Ibón Cormenzana. Dentro de los límites de la industria cinematográfica de este país, se trata de una digna película para niños, sobre todo teniendo en cuenta que es una novedosa incursión en el subgénero fantástico infantil.

Los Totenwackers son unos niños cazafantasmas que intentan liberar de sus insidiosos ocupantes la casa a la que se acaban de mudar. La aparente sencillez del argumento se ve complicada al introducir a una ambigua bruja -interpretada por Geraldine Chaplin- que guarda en una especie de caja fuerte de totems, el flujo vital de los ocupantes de la casa. Cuando la bruja muere, toma uno de estos flujos con el que logra resucitar, provocando a la vez la muerte de un vecino.


A mi juicio, esta historia de los guionistas de El espinazo del diablo (2001, Guillermo del Toro), está a caballo entre el relato adulto y el cuento infantil. Está claramente dirigida a un público infantil, pero posee por contra una serie de elementos alejados de los arquetipos míticos que vertebran este tipo de películas, y que la sumergen en el terreno de una adulta ambigüedad.


En primer lugar, los fantasmas contra los que luchan los Totenwackers son en realidad unas víctimas cuya redencion es la desaparición definitiva. No tienen aspecto bondadoso, es más, están dibujados para provocar el pánico infantil, pero a la vez son los aliados de los héroes, lo cual es bastante contradictorio. No creo que un niño, al que supuestamente va dirigida la película, llegue a comprender la paradoja.


Por otro lado, la bruja malvada de la casa es un personaje que se agarra de un modo tan desesperado a la vida, que genera un inesperado sentimiento de empatía y compasión por parte del espectador. Es más, el mejor momento de la película es el sacrificio del Cojo –un magnífico Celso Bugallo- para salvar la vida de su ama. Este acto de amor trágico es necesariamente adulto y refuerza esa especie de triste belleza que posee el personaje de Geraldine Chaplin: con la muerte del Cojo, ella sigue vive, pero sola.


Los niños protagonistas, en cambio, sí son arquetípicos y recuerdan inevitablemente a Harry Potter y sus compañeros de viaje. Sin embargo, Los Totenwackers abandona el maniqueísmo mítico, y esto va en contra del público infantil al que va dirigido.


Ya hemos dicho que, dentro de sus límites, el trabajo de producción que hay detrás de esta película es estimable. Aun así, al final la película es aburrida, al menos para un adulto. Se echa en falta un guión más coherente y con un desarrollo más fluido del segundo acto, una mejor música. Y también un mejor elenco: la excelente labor de Chaplin y Bugallo subrayan por contraste el mediocre trabajo del resto, niños incluidos.


Los Totenwackers es una aburrida y digna película infantil, y lo mejor de ella es lo que tiene de adulto. Como diría Groucho Marx, esto lo entiende hasta un crítico de cine... Pues eso, que traigan a uno.

No hay comentarios: