viernes, 31 de marzo de 2006

AzulOscuroCasiNegro (2005, Daniel Sánchez Arévalo)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.



Azuloscurocasinegro
(2005) es el debut en el largometraje de Daniel Sánchez Arévalo, quien en su primer concurso ya ha ganado los principales galardones del Festival de Cine Español de Málaga: la biznaga de plata al mejor guión, el premio especial del jurado y el premio del público. Y merecidamente porque Azuloscurocasinegro es una buena película.

Autor de numerosos y premiados cortometrajes, Arévalo ha construido un sólido guión en el que narra la historia de Jorge, un héroe moderno sometido a la lucha homérica contra el destino, aquel que le mantiene esposado a su padre inválido, a su hermano preso, y a un amor que refleja constantemente su miedo y sus limitaciones. La narración introduce poderosos isomorfismos de ese objeto de deseo inalcanzable para Jorge y que es a la vez motor de su movimiento en el mundo. El principal es Natalia, la vecina de la que siempre ha estado enamorado, de la que, a diferencia de lo que Jorge cree, sólo le separa su falta de fe, su pertinaz convicción de no ser merecedor de ella. El otro es el trabajo: obsesionado por conseguir trabajo en alguna empresa gracias a su título de Empresariales, camina a la deriva de entrevista en entrevista de forma infructuosa; metonimia del trabajo no conseguido es el traje expuesto en el escaparate que nunca podrá -o querrá- comprar.

El planteamiento de
Azuloscurocasinegro es valiente y sintético. Arévalo toma su propia vida como material para construir el film y realiza su propia catarsis con esta historia en la que plantea la construcción de los pilares básicos de cualquier vida, y más allá de la vida, de cualquier identidad: amor y trabajo. Lejos de conseguir sus deseos, Jorge es víctima de sí mismo y no es hasta que toma conciencia de ese hecho que logra su objetivo, resolver la construcción de su edificio con otros elementos. En lugar de conseguir a Natalia, decide amar a Paula; en lugar de conseguir trabajo en cualquier empresa, logra que le contraten en otra portería.

Imagen especular de Jorge es su amigo Israel, quien descubre su propia homosexualidad a través de la de su padre, oculta a sus ojos hasta que le encuentra in fraganti en las manos y boca de un masajista profesional. Esta trama secundaria es incluso más atrevida que la principal, sobre todo, por la asunción callada que durante tantos años muestra la madre, renuncia, sacrificio esencial para que la familia se mantenga.


La tesis de
Azuloscurocasinegro es la tesis de la renuncia, la de ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), la de un George Bailey moderno que no pudo realizar sus sueños y que, tras una crisis reveladora, aprende a vivir en precario, a hacerse adulto. La tesis ética de la película es evidente y provoca una llamada a la relación entre lo bello y lo verdadero. Azuloscurocasinegro es planteada como un drama en el que el héroe termina consiguiendo, con mucho esfuerzo, lo que necesita. En el proceso, el héroe aprende que sus deseos no son justamente lo que necesita, y adquiere el valor para aceptarse como “res” necesaria. En este sentido, la película se resuelve bien en el conflicto amoroso: Jorge renuncia a Natalia, pero se queda con Paula, de la que espera un hijo. También se resuelve correctamente, en tono cómico, la trama de Israel y su homosexualidad. E igualmente funciona, en la misma línea cómica, la “minitrama” del traje en el escaparate. Pero no se puede decir lo mismo del otro conflicto de nuestro héroe. La última “rendición” de Jorge, su cambio de portería, no es asumible como un bálsamo para el guerrero, sino como una derrota definitiva del héroe, que es inaceptable según la tesis ética y estética de la película.

Esta herejía se reproduce como un pequeño tumor de autocomplacencia en diversos momentos del la película, como en el principio castrador en el que el padre sufre el infarto cerebral, o el relato con el que Paula explica su ingreso en prisión. Estas excusas, tanto morales como argumentales, son el punto negro que impide que
Azuloscurocasinegro sea una mejor película.

Al margen de esta crítica, hay que subrayar que se trata de una buena película. Está bien narrada, con un montaje en paralelo al comienzo del metraje que imprime una intensidad que se mantiene a lo largo del resto. Los personajes están en general bien construidos, tanto los principales como los secundarios, entre los que destacan Israel, el amigo inseparable de Jorge, y Antonio, el hermano presidiario. El elenco está muy bien elegido, y los actores bien dirigidos. Técnicamente está correcta.


Sin embargo, la gran virtud de esta película es su singularidad dentro del cine español, por ser una buena película, por estar bien contada y por afrontar el tema del hombre, del ser consciente que vive y se tiene que resolver, íntegramente, con humor, humanidad y una riqueza de recursos plásticos y narrativos que sorprenden por lo desacostumbrado en las óperas primas.

viernes, 10 de marzo de 2006

Tristán e Isolda (2006, Kevin Reynolds)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Tristán es un personaje legendario oriundo de la Bretaña francesa que protagonizó un ciclo de leyendas desde el siglo XII y a lo largo de varios siglos. Entre ellas, se encuentra la recogida en el cuento del poeta anglonormando Beroul, Tristán e Iseo, que data de 1190.


Los mitos son la fuente primigenia del cine de género, y elegirlos para construir una película tiene que conducir necesariamente a algo que funcione, al menos narrativamente. El aliciente de contar una vez más una historia ya contada, práctica frecuentada de siempre por escritores y dramaturgos, está en saber traducirla al lenguaje y la sensibilidad del presente. Cabría hacer una reflexión sobre el sentido que tiene hacer una película de época con el material de una leyenda que, en sí misma es intemporal, y que si en el imaginario colectivo se ambienta en una época pasada cualquiera es por una cuestión puramente accidental. Mencionar Romeo y Julieta es decir Capuletos y Montescos, Verona, siglo XIV, por ser su referencia el texto de Shakespeare, pero a mi juicio la mejor experiencia cinematográfica de esta tragedia es West side story (1968), traducida al tiempo en que se rodó, y por tanto, más cercana al sentimiento y pulso de quienes la hicieron.

Vestir a los actores con armaduras, y reconstruir malamente fastuosos decorados, es una decisión muy arriesgada porque se cae inevitablemente en el cliché. Tristán e Isolda no es una película histórica, es una leyenda, y se ve el cartón-piedra de decorados, vestidos, interpretaciones y diálogos. Todo es acostumbrado y muy poco es original. La película no aburre, pero no tiene vida, y sin vida el tiempo de la película languidece hasta correr el peligro de aburrir. Es el mismo problema ante el que Howard Hawks puso a Faulkner en Tierra de faraones (1955). ¿Cómo hablaban los faraones? Al cabo de una semana, Faulkner entregó a Hawks una primera versión el guión que empezaba y acababa con una única línea de diálogo del faraón: "¿Cómo va todo?"

Precisamente por ser las leyendas y mitos intemporales, exigen la adaptación absoluta al tiempo presente, desde el material dramático hasta el elenco. No hay película que dé más sentido al star system que una película de género. En este caso, Tristán es Leo Franco; Isolda, Sophia Miles, dos buenos actores que hasta ahora sólo habían compuesto papeles de reparto, siendo estos sus primeros protagónicos. Además de no estar incorporados en el imaginario colectivo, sus interpretaciones son simplemente “correctas”, sin infundir el misterio que solicitan los personajes.

Kevin Reynolds, el director de esta película, fue el que, hace quince años, rodó la versión de Robin Hood que protagonizó Kevin Costner (Robin Hood, príncipe de los ladrones, 1991). Entre aquella, que le dio a conocer, y ésta, que le mantiene vivo, Kevin Reynolds ha ahondado en su querencia por las leyendas o historias fantásticas (véase Rapa-Nui, 1994; Waterworld, 1995; El conde de Montecristo, 2002).

La historia de Tristán e Isolda es toda una metáfora acerca de lo antisocial del amor. La pasión, el fuego que sienten los amantes de esta historia pone en jaque a todo un reino. Las reglas establecidas por la comunidad son rotas por los amantes, que no entienden de matrimonio, de leyes, de monarquía, del principio de sucesión sobre el que se sustenta la continuidad del orden alcanzado tras innumerables guerras.

En el mito de Tristán e Isolda también aparece el conflicto entre el hombre y el destino. Por un lado, es Tristán el que mata al prometido de Isolda, por consiguiente el que impide el matrimonio y da pie al encuentro con su amante. Por otro, Tristán lucha en Irlanda por la hija del rey para convertirla, no en su esposa, sino en esposa de su tío, el rey Mark. Sin saberlo, logra que Isolda, su amada, se convierta en la esposa de su tío, y que los caminos del adulterio y de la desaparición de la armonía en el reino se abran irreversiblemente. El destino es el que hace y deshace, el que los une y el que los expulsa, por su adulterio, de la comunidad a la que pertenecen.

Hay que agradecer en todo caso que Kevin Reynolds haya recuperado, aunque sólo sea por el esqueleto que no por el espíritu, esta leyenda que inspirara a Wagner y que cristaliza a la perfección la contradictoria naturaleza humana.

Para terminar y como curiosidad, los productores ejecutivos son Ridley y Tony Scott.