viernes, 10 de mayo de 2002

Escape to Paradise (2001, Nino Jacusso)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2002, Ed. Mensajero, Bilbao.


Se puede trazar una clasificación de las películas bastante aceptable en función de su proximidad a la realidad: existe el documental, en que la acción es capturada tal y como acontece de la realidad inmediata –el cine de Robert Flaherty o el último título de Guerín-; existe la ficción, en que unos actores interpretan un papel escrito por unos guionistas y donde todo es falso; y existe el verismo, a medio camino entre el documental y la ficción, en el que los personajes se interpretan a sí mismos reproduciendo un suceso que tuvo lugar en la realidad –el caso de El sol del membrillo-. Escape to Paradise pertenece a este último tipo.


La ópera prima del suizo Nino Jacusso tiene mucho que ver en la forma de trabajar con el free-cinema inglés y el neorrealismo italiano. Del mismo modo que Lamberto Maggiorani, el intérprete de Ladrón de bicicletas, nunca se había puesto delante de una cámara, para los actores de Escape to Paradise se trataba igualmente de su primera experiencia interpretativa.

El ejercicio dramático que supone Escape to Paradise se une a las últimas experiencias cinematográficas –En construcción, de José Luis Guerín- que demuestran que, cuando se trata de aproximarse a la realidad, al retrato social, a la disección de un contexto humano determinado, es decir, cuando no hay sueño en la película y la ficción es un recurso dramático, el verismo es insuperable.


La Concha de Plata al mejor actor, Düzgün Ayhan, en el último Festival de San Sebastián, es una prueba más de los buenos resultados que da esta política de casting y de dirección de actores. Aquí, el protagonista es Sehmud, un kurdo víctima de la guerra entre los turcos y su pueblo, que huye a Suiza pidiendo asilo político. Junto a su familia, se instala en un pulcro y funcional campamento de casas prefabricadas, donde aguarda la resolución del Gobierno suizo sobre su petición. Para asegurar el asilo, compra una historia de torturas, con documentos y pruebas falsificadas de su entrada en prisión, de informes policiales, etc., cuyos datos debe aprenderse de memoria antes de comparecer ante la funcionaria responsable de los asilos políticos.


Escape to Paradise
es una película emocionante y sincera. Escapa del maniqueísmo y no es tanto un alegato por los Derechos Humanos como el retrato de un hombre y su familia. A pesar de la crudeza de la situación, palpable no sólo en la familia protagonista, sino también en los secundarios inmigrantes que los acompañan, la película tiene un fino sentido del humor que hace más próximos a los personajes. Las escenas en que el padre debe aprenderse su historia, y son los niños quienes le enseñan trucos mnemotécnicos para acordarse de los datos, son magistrales: ahí están condensadas la angustia del examen, el absurdo (un hombre torturado aprendiéndose la historia de otro hombre torturado), la inversión de papeles (los niños enseñan al padre), la ilusión en el futuro, el miedo al fracaso. Y también es seria, consciente de la trascendencia de las decisiones que toman los personajes, en cuyas manos está un futuro de paz frente a un futuro de pesadilla que depende del veredicto último de las instituciones suizas.


Está rodada en vídeo, con las deficiencias técnicas que ello supone: el grano de la película es ostentoso, los colores están, en ocasiones, saturados, debido a la menor latitud del vídeo frente a la película –cinco puntos de diafragma frente a siete-. Evidentemente, ese factor la aleja de la calidad inherente de las producciones cinematográficas, pero a la vez, es el documento que da fe de una realidad: que con las últimas tecnologías de vídeo digital, ya es posible hacer películas al margen de los presupuestos industriales –dos millones de € es la media en una producción española-, y que éstas, además, se introduzcan en los canales de distribución con lo que, aparte de tener una realidad física, también son una realidad económica. El Dogma ya no está solo.


La puesta en escena es sencilla, exacta, con la cámara situada en el mejor lugar posible y con el encuadre más riguroso. Los flashback en que el hijo recuerda la entrada de la policía turca en casa, y la posterior detención del padre, son espeluznantes.


Se trata de una buena película y una buena noticia para la industria, ya que abre un poquito más el camino a la libertad cinematográfica, porque ¿quién se atreve a hablar de libertad cuando están en juego millones de €?

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