viernes, 10 de marzo de 2006

Tristán e Isolda (2006, Kevin Reynolds)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Tristán es un personaje legendario oriundo de la Bretaña francesa que protagonizó un ciclo de leyendas desde el siglo XII y a lo largo de varios siglos. Entre ellas, se encuentra la recogida en el cuento del poeta anglonormando Beroul, Tristán e Iseo, que data de 1190.


Los mitos son la fuente primigenia del cine de género, y elegirlos para construir una película tiene que conducir necesariamente a algo que funcione, al menos narrativamente. El aliciente de contar una vez más una historia ya contada, práctica frecuentada de siempre por escritores y dramaturgos, está en saber traducirla al lenguaje y la sensibilidad del presente. Cabría hacer una reflexión sobre el sentido que tiene hacer una película de época con el material de una leyenda que, en sí misma es intemporal, y que si en el imaginario colectivo se ambienta en una época pasada cualquiera es por una cuestión puramente accidental. Mencionar Romeo y Julieta es decir Capuletos y Montescos, Verona, siglo XIV, por ser su referencia el texto de Shakespeare, pero a mi juicio la mejor experiencia cinematográfica de esta tragedia es West side story (1968), traducida al tiempo en que se rodó, y por tanto, más cercana al sentimiento y pulso de quienes la hicieron.

Vestir a los actores con armaduras, y reconstruir malamente fastuosos decorados, es una decisión muy arriesgada porque se cae inevitablemente en el cliché. Tristán e Isolda no es una película histórica, es una leyenda, y se ve el cartón-piedra de decorados, vestidos, interpretaciones y diálogos. Todo es acostumbrado y muy poco es original. La película no aburre, pero no tiene vida, y sin vida el tiempo de la película languidece hasta correr el peligro de aburrir. Es el mismo problema ante el que Howard Hawks puso a Faulkner en Tierra de faraones (1955). ¿Cómo hablaban los faraones? Al cabo de una semana, Faulkner entregó a Hawks una primera versión el guión que empezaba y acababa con una única línea de diálogo del faraón: "¿Cómo va todo?"

Precisamente por ser las leyendas y mitos intemporales, exigen la adaptación absoluta al tiempo presente, desde el material dramático hasta el elenco. No hay película que dé más sentido al star system que una película de género. En este caso, Tristán es Leo Franco; Isolda, Sophia Miles, dos buenos actores que hasta ahora sólo habían compuesto papeles de reparto, siendo estos sus primeros protagónicos. Además de no estar incorporados en el imaginario colectivo, sus interpretaciones son simplemente “correctas”, sin infundir el misterio que solicitan los personajes.

Kevin Reynolds, el director de esta película, fue el que, hace quince años, rodó la versión de Robin Hood que protagonizó Kevin Costner (Robin Hood, príncipe de los ladrones, 1991). Entre aquella, que le dio a conocer, y ésta, que le mantiene vivo, Kevin Reynolds ha ahondado en su querencia por las leyendas o historias fantásticas (véase Rapa-Nui, 1994; Waterworld, 1995; El conde de Montecristo, 2002).

La historia de Tristán e Isolda es toda una metáfora acerca de lo antisocial del amor. La pasión, el fuego que sienten los amantes de esta historia pone en jaque a todo un reino. Las reglas establecidas por la comunidad son rotas por los amantes, que no entienden de matrimonio, de leyes, de monarquía, del principio de sucesión sobre el que se sustenta la continuidad del orden alcanzado tras innumerables guerras.

En el mito de Tristán e Isolda también aparece el conflicto entre el hombre y el destino. Por un lado, es Tristán el que mata al prometido de Isolda, por consiguiente el que impide el matrimonio y da pie al encuentro con su amante. Por otro, Tristán lucha en Irlanda por la hija del rey para convertirla, no en su esposa, sino en esposa de su tío, el rey Mark. Sin saberlo, logra que Isolda, su amada, se convierta en la esposa de su tío, y que los caminos del adulterio y de la desaparición de la armonía en el reino se abran irreversiblemente. El destino es el que hace y deshace, el que los une y el que los expulsa, por su adulterio, de la comunidad a la que pertenecen.

Hay que agradecer en todo caso que Kevin Reynolds haya recuperado, aunque sólo sea por el esqueleto que no por el espíritu, esta leyenda que inspirara a Wagner y que cristaliza a la perfección la contradictoria naturaleza humana.

Para terminar y como curiosidad, los productores ejecutivos son Ridley y Tony Scott.

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