viernes, 20 de octubre de 2006

Yo soy la Juani (2006, Bigas Luna)

Publicada en Cine para leer. Julio-Diciembre 2006. Ed. Mensajero, Bilbao.


Tras cinco años de silencio,
Bigas Luna regresa con la Juani. La Juani, hija del extrarradio, trabaja como cajera en un Media Markt; vive con su madre y con su padre alcohólico, al que adora; también quiere con devoción a la Vane, que se quiere operar las tetas, y a su novio, el Jonah; le gustan el tunning, el hip hop y el glamour. Y quiere ser actriz.


Con esta premisa, Bigas Luna dibuja un retrato que pretende convertirse en el icono de la mujer española dela primera década del siglo XXI. La Juani es la hermana pequeña de aquella hija de puta que interpretó Penélope Cruz en 1992 en Jamón, jamón. Catorce años más tarde, la Juani se ha desprendido de la opresión del macho ibérico, el Jonah, heredero del chorizo que encarnaba Javier Bardem, y en un acto de madurez y valentía, lo abandona todo para irse a Madrid y convertirse en lo que quiere ser, en una actriz.

La película engarza perfectamente con la trayectoria cinematográfica del cineasta catalán. Su cine siempre ha sido fiel reflejo de su evolución, lo que ha dado lugar a películas muy poco parecidas entre sí, tanto en lo concerniente a los elementos plásticos y a la puesta en escena como al material dramático.
Yo soy la Juani supone otro paso evolutivo. En ella ha pretendido reflejar toda una nueva cultura underground nacida en las aglomeraciones urbanas de los extrarradios de las grandes ciudades que, como todos los movimientos emergentes y espontáneos que han alcanzado un determinado tamaño, se convertirá con el paso del tiempo en el marco cultural de toda una generación, de la misma forma que el movimiento hippie ha terminado enmarcando los años 60 y 70.

En la banda sonora figuran algunas de los artistas más representativos de esta cultura, como Haze, Ruido, la
Mala Rodríguez, o Facto Delafé. También se cuela alguna referencia retrospectiva: el Así me gusta a mí de Chimo Bayo, que ya utilizara en Jamón, jamón.

Bigas Luna aprovecha las secuencias oníricas para recrear con total libertad esta estética posmoderna, con colores saturados como sacados del graffiti, luces metálicas, botas y trajes de látex, y un maquillaje recargado con líneas muy definidas. Tal y como soñaría la Juani. Los títulos de crédito iniciales son un vídeo-clip, y a lo largo de la película, muchas escenas también son resueltas en esta clave, con un montaje trepidante, y la mezcla de imágenes y grafismo en el cuadro. El resultado es deslumbrante. Sin saber si la imagen que se ofrece se corresponde o no con la realidad, el universo reconstruido por Bigas Luna es coherente, vigoroso y original, e irrumpe en la corriente del cine español con una fuerza poco corriente.

Asimismo, Bigas Luna vuelve a recurrir a jóvenes talentos, y como ocurriera con Penélope Cruz, Javier Bardem y Jordi Mollá tras
Jamón, jamón, Dani Martín y sobre todo, Verónica Echegui, lo tienen todo para convertirse en auténticas estrellas. Dani Martín, estudió en la Escuela de Cristina Rota y ya tuvo su primera incursión en el cine con un papel secundario en Sin vergüenza (Joaquín Oristrell, 2001) antes de dedicarse de lleno a la música con El canto del loco. Por su parte, Verónica Echegui fue descubierta en un monstruoso casting que recorrió todo el país y por el que pasaron más de tres mil candidatas. Con una gran personalidad y control, tiene lo necesario para ser una gran actriz, y gran parte del valor de Yo soy la Juani estriba en su soberbia interpretación.

Sin embargo, la Juani tiene un “movidón” que no se resuelve en ningún momento. Se trata de un problema de orden dramático. Con las subtramas poco desarrolladas, el guión adolece de una falta de conflicto. Apenas pasa nada en sus noventa minutos: la Juani quiere ser actriz; tras una escena de su padre y una infidelidad del Jonah, coge a la Vane y se marchan juntas a Madrid; allí van de compras, la Vane se opera, y la Juani inicia sus primeros pasos para convertirse en actriz; se apunta a una escuela de teatro, a una academia de inglés; tras varios reveses, su madre le avisa de la hospitalización del padre y regresa a casa; pretende volver con el Jonah, pero lo vuelve a pillar con la otra, y vuelve a decidir: quiere ser actriz.

El personaje evoluciona interiormente y alcanza una madurez que no tenía al principio, pero es difícil ver dicha metamorfosis porque sus relaciones con el Jonah, la Vane y su padre están pobremente desarrolladas, y no hay un objetivo lo suficientemente sólido que sea metáfora de esa transformación interior. La Juani quiere ser actriz. Lo sabemos a los tres minutos, pero no marcha a Madrid hasta que pasa una hora, y las peripecias en la capital para lograr su meta apenas constituyen unas pocas secuencias antes de su vuelta a casa.

Con estos mimbres, Bigas Luna pone cachondo al espectador, y al cabo de hora y media, se despide y lo deja a medias. Aun así, merece la pena.

viernes, 6 de octubre de 2006

Las partículas elementales (2006, Oskar Roehler)

Publicada en Cine para leer. Julio-Diciembre 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Se trata de la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Michel Houellebecq (Ampliación del campo de batalla, 1994; Las partículas elementales, 1998; Plataforma, 2001), un “galáctico” de la literatura francesa que le ha llevado a firmar un contrato millonario con la editorial Hachette.


La película dista de ser el ejercicio de nihilismo lógico que constituye la novela. Fuera se quedan las reflexiones sin esperanza sobre los temas fundamentales en la sociedad actual, como el hedonismo exacerbado que nos domina, el sentido de la descendencia, el cuestionamiento de la libertad del ser humano, o el fracaso de la representación (“Una mentira es útil cuando permite transformar la realidad, [...] pero cuando la mentira fracasa, sólo queda la mentira, la amargura y la conciencia de la mentira.”). La digresión en el libro sobre la figura de Aldous Huxley apenas alcanza una breve escena sin ninguna trascendencia en la película. También se echa de menos el desarrollo del extravagante Francesco di Meola.

La película no sólo es menos pesimista, tanto por la concepción de los personajes, que se traduce en el elenco escogido y en la dirección de los actores, como en la propia evolución dramática, que ofrece un final esperanzador para uno de los dos hermanos protagonistas de la historia, sino que diluye hasta hacer inexistente el espíritu desolador que empapa la novela. La película sólo toma del libro el argumento, la historia de dos hermanos, Michel y Bruno, en su encuentro paroxístico con la cuarentena: Michel es un prestigioso investigador científico, guarecido en su edificio intelectual de las inclemencias de la vida; Bruno, imagen en negativo de su hermano, es un profesor de Literatura, obsesionado por el sexo, que se ve obligado a ingresar en una clínica psiquiátrica tras un episodio de exhibicionismo con una de sus alumnas. En ese mínimo existencial de ambos, Michel se reencuentra con Annabelle, su adolescente y único amor verdadero, y Bruno inicia una relación de amor desesperado con Christiane.

El libro es abiertamente trágico; la película es tragicómica: su tono es menos cáustico, más amable y conciliador, pero no por ello más consolador. La película es una adaptación sin brío, sin identidad, y con ella se experimenta “la amargura y la conciencia de la mentira.”

De producción alemana –lo que ha implicado una adaptación transfronteriza de los escenarios franceses originales-, es la segunda adaptación de una novela de Houllebecq, tras la que realizara Philippe Harel en 1999 de Ampliación del campo de batalla. Aparte de estas dos experiencias como guionista, Houellebecq ha escrito los guiones y es el realizador de un par de cortometrajes. En el futuro, se dispone a llevar él mismo a la pantalla su última novela La posibilidad de una isla, pretensión que ha propiciado un pleito público del propio autor con su editorial ante la negativa de ésta de acometer el proyecto. Tras la decepción de estas partículas elementales, aguardaremos que la posibilidad de una isla sea no sólo una isla posible, sino la isla de Houellebecq en imágenes.