jueves, 11 de octubre de 2007

Los seis signos de la luz (2007, David Loren Cunningham)

Se publicará en Cine para leer. Julio-Diciembre 2007, Ed. Mensajero, Bilbao.

Película de aventuras para público infantil, con héroe pubescente, que pretende acomodarse a rebufo de los fantásticos y seriales éxitos de sagas como Harry Potter, Las Crónicas de Narnia o El Señor de los anillos.


Las similitudes con ellas son más que evidentes, desde la morfología del relato, argumento y personajes, hasta el diseño del cartel y del tráiler. Con la saga cinematográfica de J.K. Rowling comparte el arquetipo heroico, un joven de catorce años, cuya vida cambia al descubrir que es el séptimo hijo de un séptimo hijo, y por tanto, el elegido para buscar los seis signos de la luz y vencer a las fuerzas de la Oscuridad.

Para ahondar más en las casualidades, Los seis signos de la luz es otra adaptación literaria, en este caso de la segunda de la serie de novelas juveniles escritas por Susan Cooper, con Will Stanton como protagonista. La productora Walden Media tiene los derechos de compra sobre los otros cuatro títulos de la saga, por lo que no es de extrañar, vistos los feraces resultados de taquilla en Estados Unidos, que Will Stanton regrese el próximo año con nuevas aventuras.

Dirigida por un joven y experimentado Loren Cunningham, cuenta en su elenco con veteranos y solventes intérpretes, como los televisivos Frances Conroy (la madre de A dos metros bajo tierra) e Ian MacShane (Al en Deadwood), que dan equilibrio interpretativo a los jóvenes protagonistas. Los efectos especiales no alcanzan el nivel de las películas en las que se basa, y el imaginario creado, tanto en la mansión de Miss Greythorne, como en las regresiones en el tiempo del joven héroe, o el castillo en medio del bosque, tampoco posee la misma riqueza.

Aunque se trate de un profesional y digno trabajo, el resultado es una anodina película de aventuras, en la que las pruebas del héroe se suceden sin descanso. El frenesí perpetuo y esquizoide al que nos tiene acostumbrados gran parte de la televisión, infecta el film, sin que haya pausas, de tal forma que el ritmo se compone con una machacona e incesante sucesión de momentos de elevada intensidad.

Los seis signos de la luz se apuntan al filón genérico “aventura mítica para público infantil” sin plantearse mucho el porqué de las cosas que cuenta ni de cómo las cuenta. Ignoro si es el principio del fin de un género que ha dado identidad a la primera década del siglo XXI.

Afortunadamente la propiedad de los derechos de cada una de las sagas impedirá que se llegue a los híbridos a que dieron lugar otros géneros fantásticos históricos, como el cine de terror de la Universal en los años 30, o el terror vampírico de la Hammer en los años 60 y 70. Si no, podríamos amanecer un día con un Harry Potter vs. Will Stanton en las torres de Mordor o similar en las pantallas de nuestro cines. Dios nos libre.

No hay comentarios: