viernes, 22 de junio de 2007

Last days (2005, Gus Van Sant)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2007, Ed. Mensajero, Bilbao.

En 2002, Gus Van Sant inició con Gerry un ciclo de películas que tenían como tema principal la muerte. Un año más tarde, ganaba la Palma de Oro del Festival de Cannes con la segunda de la serie, Elephant (2003), un film imponente, en el que desarrollaba algunas de las soluciones estéticas planteadas en Gerry, y que ha llevado a un paroxismo minimalista en Last Days, película que por el momento cierra la ‘trilogía de la muerte’.


Basada en el hipotético final de Kurt Cobain, Last days ‘narra’ las últimas horas de Blake, recreación ficticia del líder de Nirvana. Las comillas que encierran y castran el verbo ‘narrar’ se deben a la aproximación estética de la película, alejada de un ‘cine clásico’, que ahonda en los territorios no-narrativos que en los años 60 ya abrieron Antonioni y algunos exploradores de la Nouvelle Vague, y que en estos tiempos que corren, se pueden apreciar por las venas de un determinado cine asiático.

Los primeros planos de Last days postulan sin equívocos la propuesta no-narrativa: un joven vagabundo deambula por un bosque emitiendo ruidos guturales, con propósito y significado ausentes. El vacío, el No-Ser desde la Conciencia, inunda el film desde el principio, sumergiéndolo en una corriente de destrucción consciente que afecta no sólo al personaje sino a la forma del relato. En Last days no se cuenta nada. Las escenas más narrativas del film, como las absurdas visitas del representante de Páginas Amarillas, o la joven pareja de la Iglesia de la Salvación, son anecdóticas, sin influencia en una trama inexistente. Incluso los acontecimientos apuntados que afectan a la propia vida de Blake y de su grupo, como una gira europea, o la visita inesperada de un detective, son accidentes mudos, incapaces de sacarle de la ataraxia en la que está sumido.

El punto de vista está completamente desprovisto de intención. Se podría decir que hay una falta de él, pues la puesta en escena, representación de este despersonalizado punto de vista, se nutre de planos fijos y largos, que encuadran el no-campo de una televisión, un arbusto, o el inane tronco de un Blake en busca de cereales. Este no-punto de vista que imprime la imagen es el mismo que surge del espíritu autodestructivo de Blake.

Last days es, pues, la negación de todo aquello sobre lo que se construye el relato cinematográfico. Trama, punto de vista, puesta en escena son construidos para provocar su aniquilación. En este sentido, pretenden ser el vehículo de un estado de ánimo, el de un ser a punto de poner fin a su existencia. La banda sonora subraya de una forma más ortodoxa el nihilismo de personaje y obra, sobre todo a través de un par de reveladoras canciones: Death to Birth, escrita e interpretada por el propio Michael Pitt, y el clásico de la Velvet Underground, Venus in Furs. En la misma línea están las coherentes interpretaciones, entre las que sobresale la de un extraordinario Michael Pitt.

La propuesta estética de Last days ya estaba apuntada en Gerry y en Elephant, puesto que ya en ambas se sumía el relato en un abismo; en la primera, la excursión por el desierto de dos amigos era transformada en un viaje metafísico en el que la tensión provenía de la búsqueda infructuosa; en la segunda, la conocida matanza de Columbine dotaba al relato de una tensión inherente que, por contexto, se vestía de cotidianidad, de rutina, de los encuentros de las víctimas en el instituto vistos desde las sucesivas perspectivas que repetían su narración. En Last days, el contexto de abulia y decadencia borra todos los trazos de familiaridad de Elephant, volviendo el relato mucho más abstracto.

La muerte anunciada del clon de Kurt Cobain carece del impacto emocional de la matanza de Columbine, y la intensidad de la tensión dramática es mínima. Como un dios que muere para resucitar convertido en otro ser de mayor Conciencia, Blake se desprende paulatinamente de su vida hasta morir y alcanzar el clímax de su existencia. El cine, a través del film de Gus Van Sant, realiza el mismo tránsito, desprendiéndose de todos los aspectos que lo configuran como tal, para llegar a un ‘nuevo cine’ más puro, más consciente.

La película de Gus Van Sant pone fin al ciclo de posibilidades narrativas y estéticas del relato audiovisual, para volver a los orígenes, a las formas puras. De algún modo, este recorrido hacia lo esencial ya lo inició con Psicosis (Psycho, 1998), al repasar plano por plano una obra maestra que en su día también descompuso los moldes de lo establecido. Tras el fin del ciclo viene el nacimiento de un nuevo ciclo, el eterno retorno de de lo ya sabido, que olvidamos para aprender de nuevo. Así como tras Antonioni, Godard o Tarkovski el cine regresó a un inveterado clasicismo, tras el soplo gélido y purificador de Last days, el viento retornará a las suaves brisas de domingo por la tarde.

Last days (2005) ha tardado dos años en llegar a las salas españolas, lo que denota la poca fe que tienen distribuidores y exhibidores en el espectador español. Mientras, en Francia, durante la presente edición del Festival de Cannes, Van Sant ha recibido por Paranoid Park (2007) el Premio Especial del 60º aniversario. Tengamos fe en que no haya que esperar hasta el 2009 para verla en pantalla grande. Entonces contará, como Last days, con el entusiasmo de unos pocos prosélitos y con el desprecio de una gran mayoría, pero por encima de todo, el último cine de Gus Van Sant es y será la puerta abierta a un estado de conciencia superior del arte y del ser humano.

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