viernes, 6 de julio de 2007

Hana (2006, Hirokazu Kore-eda)

Se publicará en Cine para leer.Julio-Diciembre 2007, Ed. Mensajero, Bilbao.


Hana es el quinto largometraje del japonés Hirokazu Ko
re-eda. Premiado realizador de documentales, Kore-eda dirigió su primer largometraje en 1995 (Maborosi), y alcanzó el éxito internacional en el Festival de Cannes de 2004 cuando Yuya Yagira recibió la Palma de Plata al Mejor Actor por su film Nadie sabe (Dare mo shiranai), el primero estrenado en España.


A pesar de ser un drama histórico, Hana halla su génesis en el Japón actual. Tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, se produjo en Japón un resurgimiento popular del Bushido –el código de honor de los samurais-, que reivindica la venganza y según el cual “la vía del samurái reside en la muerte”. Como reacción a una corriente nacionalista y hostil hacia el extranjero que se extiende por su país, Kore-eda ha rodado un drama histórico ambientado en el Tokio de principios del siglo XVIII, que narra la historia de un samurái que busca al asesino de su padre para vengar su muerte.

Contriariamente a lo que marca la tradición, Soza es un enclenque y cobarde samurái, torpe en el uso de la espada, que no hace gala del título que pretende portar. Si bien Kore-eda ha manifestado que no fue su intención hacer un alegato político, la moraleja que desprende Hana es tan obvia que raya el panfleto. No sólo el protagonista es la antítesis del arquetipo, sino que además la historia es resuelta con una exhibición de buenos sentimientos. Soza toma cociencia de la inutilidad de la venganza cuando observa al hijo de su víctima y al hijo de la joven viuda de la que está enamorado, resolver con imaginación una disputa con otros niños que exigen pelea. Es entonces cuando decide resolver su compromiso con el clan de samuráis simulando, gracias a la colaboración de su pretendida víctima, la muerte del asesino de su padre, poniendo así fin a la cadena homicida de la venganza.

La comedia distanciadora se entremezcla constantemente en los entresijos de este drama que pretende revisitar una amplia tradición que glorifica la venganza como dadora de sentido, y que ha encontrado en el cine de samuráis y en el western americano sus principales muestras (sin ir más lejos, Sin perdón, 1992, Clint Eastwood).

Dudo que la reflexión moral que torpemente se esconde en el film pueda sernos útil a los ciudadanos del siglo XXI, periodo en el que el terrorismo está provocando un ansia de venganza entre sus víctimas, para la que el teatro de Kore-eda no es otra cosa que la ingenua propuesta de uno más de los optimistas que pueblan el mundo actual. Quizá nos sea más útil, y más que útil necesario, recordar la Orestíada de Esquilo, el Hamlet de Shakespeare, o El Padrino de Coppola, para educar los corazones de aquellos que confunden la justicia con la venganza.

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