viernes, 15 de junio de 2007

Bajo las estrellas (2007, Félix Viscarret)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2007, Ed. Mensajero, Bilbao.



Bajo las estrellas
nació allá por 1999, cuando Fernando Trueba y Félix Viscarret se encontraron en el Festival de Berlín. Trueba se enamoró de Dreamers, el corto que Viscarret había realizado como práctica de fin de curso en la Universidad de Michigan, donde cursó estudios de dirección y pensó que delante tenía a un poeta de la imagen. Pasaron los años y Trueba halló en la novela de Fernando Aramburu
El trompetista del Utopía, la historia perfecta para la sensibilidad estética de Viscarret. La adaptación nos llega con el título de Bajo las estrellas.

Esta nueva ópera prima fue la triunfadora del Festival de Cine de Málaga, donde recibió los premios a Mejor Película, Dirección, Guión y Actor principal y aterrizó con el beneplácito e incluso el entusiasmo de crítica -léase cualquier reseña- y público, obteniendo unos excelentes resultados de taquilla durante su primer fin de semana.

Bajo las estrellas retrotrae en la memoria al feliz encuentro que en su día se dio entre el ‘blues’ y el ‘flamenco’, de la mano de B.B. King y Raimundo Amador. La música cacharrera de Mikel Salas, en la que predominan instrumentos ‘poco nobles’ y de clara ascendencia norteamericana como el ukelele, nos introduce en el imaginario sureño de los Estados Unidos. Una caravana varada junto a unos talleres abandonados, la fotografía de western crepuscular y nostálgico de Álvaro Gutiérrez, y unos personajes estigmatizados con la estrella del perdedor, configuran un universo de claras reminiscencias americanas, de películas como Bonnie & Clyde (1967, Arthur Penn) o La banda de los Grissom (1971, Robert Aldrich). Lo autóctono español en la película, aquello que evita que el personaje de Alberto San Juan se llame Slim, y el de Emma Suárez, Barbara, se traduce en costumbrismo y comedia. El pueblo navarro de Estella se convierte en el paraíso de los perdedores, y allí, como hijo pródigo, recae Benito Lacunza, alias Beni Lacun, un fracasado trompetista imitador de Chet Baker, que regresa a su pueblo natal tras el fallecimiento de su padre.

Es realmente reseñable la coherencia con la que se integra la realidad del pueblo navarro con los referentes estéticos de un cine tan lejano. Viscarret ha ahondado en las raíces de un cine con una gran tradición y ha utilizado sus formas para sacar a la luz los conflictos de unos personajes aparentemente tan ajenos a los ‘outsiders’ sureños. El paradigma de este concepto de comunión entre los dos mundos, por su belleza y carácter sintético, nos devuelve a la música y lo encontramos en la interpretación que José Morente hace del standard de jazz Stella by starlight.

Bajo las estrellas es pues una obra singular y notable, con intenciones y una brújula despejada. La puesta en escena se caracteriza por la predominancia de los planos cortos y una fotografía naturalista, con un acusado contraste de luces y muchas sombras que remarcan el carácter trágico de la historia. La presencia en algunas escenas de un montaje abrupto, con saltos de eje y ausencia de raccord, son una protuberancia innecesaria en un planteamiento en general congruente.

El arco de madurez que experimenta su protagonista es diáfano y sobre el papel del guión está presente y bien desarrollado. El guión se levanta lentamente, avanza con sigilo pero paso firme. El omnipresente punto de vista de Benito limita a veces la narración, y así, algunos aspectos se desarrollan sin demasiada lógica, como el alcoholismo de Lalo, al que parece lanzarse por su incapacidad para superar la muerte del padre, pero sin que exista una relación causal a nivel dramático. No obstante, el relato tiene a mi juicio un problema mayor, de coherencia, que aleja la historia del espectador, y tiene que ver con unas interpretaciones que, por otro lado, han sido galardonadas en festivales y encomiadas por toda la crítica.

Benito Lacunza es un personaje mezquino y noble, egoísta y generoso, torpe y sabio: un héroe trágico y contradictorio, que necesita experimentar el dolor más tremendo para tomar conciencia de su realidad. Hasta ese momento es un ser descarriado sin valor para luchar por lo que quiere. Sin embargo, Alberto San Juan compone un personaje que busca el afecto, la simpatía del espectador. Parece que las disputas que tuvieron director y actor durante los ensayos previos al rodaje se saldaron con una victoria que ha resultado perniciosa para el conjunto de la obra. San Juan otorga a su personaje una conciencia de sí mismo por encima de la que debería atribuirse por su condición trágica. Su comedia no viene de la situación, sino de la mirada del actor, que hace un guiño constante al espectador y empuja a su personaje hacia lo paródico. Esta prepotencia en la interpretación consigue que la revelación que experimenta el personaje no sea creíble, ni sus lágrimas, ni la transformación posterior, y que su extravío existencial no adquiera un valor trágico. La identificación del espectador con el personaje no es la deseable, y el impacto emocional se ve reducido.

Los otros actores que comparten protagonismo con San Juan ofrecen un tono más acorde con el concepto de la película, aunque en ocasiones se puedan ver contaminados por su presencia. Emma Suárez da una vez más muestra de sus extraordinarias dotes y su afinado oficio; y junto a los dos veteranos, Julián Villagrán y la niña Violeta Rodríguez sorprenden por su extraordinario trabajo.

Si en años anteriores, el Festival de Málaga ha servido para presentar la revelación de la temporada cinematográfica (AzulOscuroCasiNegro en 2006, Tapas en 2005, Torremolinos 73, en 2003), el futuro de Bajo las estrellas se promete favorable. Película con virtudes, pero también con importantes puntos negros que impiden que sea una gran ópera prima.

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