viernes, 9 de junio de 2006

Amor en defensa propia (2006, Rafa Russo)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Meritoria película del debutante Rafa Russo, quien hasta ahora había desarrollado principalmente su carrera cinematográfica como guionista. Suyos son los guiones de Lluvia en los zapatos (María Ripoll, 1998) y de Aunque tú no lo sepas (Juan Vicente Córdoba, 2000), así como de sus trabajos previos como realizador, entre lo que destaca con fulgor el cortometraje Nada que perder (2002), que concluyó su paso arrasador por la temporada de Festivales ganando el Goya al Mejor Cortometraje de 2002.


Con este currículum, Rafa Russo se lanza a la conquista del largometraje del que también compone la música. Destacan por encima de todo los trabajos de sus dos actores protagónicos, actores maduros, que dominan su oficio lo suficiente para comenzar a volar ante la cámara. Ana Fernández interpreta a una pintora con dos divorcios y un hijo cuyo rencor la confina al aislamiento; por su parte, Gustavo Garzón encarna a un futbolista retirado que va dando tumbos por la vida. Se encuentran en la barra de un bar. Enseguida se reconocen: son dos perdedores que, pasados los cuarenta, se reconocen solos y abatidos por el fracaso. Sólo el amor los puede salvar de la defunción en vida, y a él se agarrarán como náufragos a un madero.

Una historia de amor, bien narrada, bien interpretada y correcta, que se realizó, en parte, gracias al apoyo que obtuvo el proyecto al vencer en el concurso que Universal convocó en 2002, certamen que nunca vio su segunda edición, y cuyo proyecto ganador de la primera ha tardado cuatro años en llegar a las pantallas y tres semanas en desaparecer de cartel.

Quizá los personajes de esta película sean metáforas de la propia película, o del cine español en general, que se agarra a medias verdades y a torpes mentiras para justificar su soledad. Pero la realidad que yo percibo es que una película interesante, y más interesante que otras muchas, nace condenada al ostracismo mediático. El número de salas no asegura el éxito. Nadie sabe qué asegura el éxito. Pero una historia bien narrada es una historia bien narrada y su circunstancia, y esconder la circunstancia es la mejor forma de ahogar a la criatura antes de que empiece a llorar.

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