viernes, 4 de noviembre de 2005

Oculto (2005, Antonio Hernández)

Publicada en Cine para leer, Julio-Diciembre 2005, Ed. Mensajero, Bilbao.



Oculto es el tercer largometraje de una serie que el director Antonio Hernández inició con Lisboa y continuó con En la ciudad sin límites. Las tres películas son películas de género, en su variante thriller, en las que se percibe una gran influencia del cine clásico americano, particularmente el de Alfred Hitchcock, por quien se diría que Hernández siente una admiración cercana a la devoción.

Oculto narra la historia de Álex, Natalia y Beatriz a quienes el destino une en una conferencia sobre los sueños en el Círculo de Bellas Artes. Álex es un diseñador gráfico a quien la organización ha invitado; Beatriz trabaja en el Círculo y es la promotora de la conferencia; y finalmente, Natalia es una simple espectadora quien aprovecha el turno de preguntas para contar unos sueños que ella considera premonitorios. Al oír los sueños de Natalia, Beatriz se desmaya.

Días más tarde, los tres personajes vuelven a encontrarse: por un lado, Beatriz se siente atraída por Álex, pero éste prefiere a Natalia, con quien se acuesta e inicia una relación de pareja. Por otro lado, Beatriz tiene un tatuaje con los mismos elementos que aparecían en los sueños de Natalia. Natalia, al ver el tatuaje y ser incapaz de interpretar la relación entre el dibujo y sus sueños, comienza a tener pesadillas que derivan en una paranoia de la que no se librará hasta que el misterio no se resuelva.

Oculto es una película con un planteamiento muy bueno, pero adolece de dos defectos de carácter estructural y con consecuencias bastante nefastas.

En primer lugar, Antonio Hernández como narrador señala demasiado el relato: éste nos llega como un libro subrayado en el que se nos indica cuáles son las partes en las que el que está al otro lado, el espectador, debe prestar más atención. La voz en off que abre y cierra el relato con un discurso pseudofilosófico sobre los sueños y el amor, no sólo es prescindible sino que además es pretenciosa y pedante. Creo que un montaje sin ella haría de Oculto un película mejor. Lo mismo ocurre con el flash-back final, cuya omisión en un nuevo montaje haría más redonda la película, ya que, llegados a ese punto de la narración, lo que en el flash-back se cuenta no es trascendente para el relato y los detalles que en él se narran, si pretenden explicar al personaje de Beatriz, son completamente redundantes.

En segundo lugar, el relato no está todo lo bien articulado que podría estarlo, y a mitad de la narración, el misterio que se plantea en el primer tercio se desvela, aquél se desinfla, y pierde gran parte del interés que había logrado al comienzo. Este mecanismo no es ni nuevo ni necesariamente malo, pero sí exige ciertas precauciones. Hitchcock lo utilizó en varias de sus películas con resultados diferentes.

En Con la muerte en los talones (1959) el ritmo interno del relato se interrumpía a mitad del metraje con una reunión en la oficinas de la CIA con personajes completamente nuevos en la que se revelaba al espectador gran parte del misterio: George Kaplan era un personaje inventado, un agente inexistente para despistar a Vandamm (James Mason), quien, por un acto de extrema casualidad, estaba convencido de que Roger Tornhill (Cary Grant) era ese agente secreto. En la secuencia del aeropuerto, una vez que Tornhill comprendía su situación y resolvía su conflicto, la película estaba acabada, pero también se revelaba que Eve Kendall era un agente doble y que se encontraba en peligro. A partir de este punto del relato, el conflicto era distinto para Tornhill: ya no se trataba de escapar de los secuaces de Vandamm, sino de salvar a Eve. La película seguía teniendo vida.

Encontramos una variante de este mecanismo en Vértigo (1958). También a mitad de la película se nos desvelaba el misterio que tenía trastornado a Scottie (James Stewart): Judy (Kim Novak) era en realidad Madeleine. El espectador sabía más que el héroe, pero éste seguía sin resolver su conflicto porque lo ignoraba y la película debía continuar, la película seguía con vida.

En Oculto, el misterio también es resuelto a mitad del metraje. El conflicto inicial se resuelve y nace uno nuevo pero con menor interés. La razón por la que ese nuevo conflicto o conflicto renovado no sostiene la tensión dramática es que el héroe no está bien identificado. Por la breve sinopsis del segundo párrafo se podría decir que el héroe es Natalia y la antagonista Beatriz. Las dos se disputan al bello Álex y la elegida sufre la trampa psicológica urdida por despecho por la repudiada. Pero la narración no nos indica esto. El protagonista y héroe es Álex, quien sostiene el peso del relato desde el principio, pero es un héroe desdibujado, que se va desvaneciendo a medida que el relato avanza y que no es parte activa como Scottie en la resolución del misterio. Álex es un héroe pelele, y en el género, si el héroe vacila, el relato se tambalea.

En cuanto a la puesta en escena, ya sea responsabilidad del director de fotografía Unax Mendía o del director, a veces es esteticista y no resuelve bien la narración. Especial mención hay que hacer de los sueños de Natalia, en los que el principal elemento es un monolito con referencia al clásico de Kubrick. Siempre difíciles de resolver en cine, los sueños de Oculto, por ser en esencia pieza fundamental de la película, no logran tener el impacto deseado por su aspecto de irrealidad (de sueño), y por la poca verosimilitud de los efectos digitales, en particular, el que da movimiento al mencionado monolito.

Aun así, Oculto es una película con una virtud difícil de encontrar. A excepción del héroe de barro,
destacan los personajes: muy bien perfilados desde el guión y perfectamente resueltos en la interpretación. Aportan un esbozo novedoso y realista de las nuevas formas de pareja aún no definidas que están sustituyendo al tradicional modelo familiar. Los protagónicos son personajes independientes, sin compromiso, pero con necesidad de hacerlo de alguna forma.

Como contrapunto, el personaje de Joaquín Climent , amigo de Álex, quiere separarse de su esposa y sus hijas, pero a la vez tiene un miedo al vacío que le paraliza. Ésta, junto a un primer tercio bien armado, es una de las principales virtudes de Oculto, gracias a muchas de las secuencias muy bien escritas del guión y a un elenco extraordinario, en el que destaca la colombiana Angie Cepeda.

Más allá de los aspectos técnicos discutidos, las tres películas de Antonio Hernández que se han mencionado ahondan una vía necesaria para dotar al cine español de la identidad cultural e industrial de que carece actualmente. La creación de estructuras industriales exige la creación de estructuras narrativas identificables, y en esa misión, la adaptación del cine de género a la realidad española es un camino insoslayable. Y Antonio Hernández es actualmente, junto a Álex de la Iglesia, un hito de ese camino.