jueves, 1 de mayo de 2008

Zelig (1983, Woody Allen)

Se publicará en Cine de los 80, Ed. Mensajero, Bilbao.


Argumento

Durante los años 20, en los Estados Unidos fue notorio el caso de Leonard Zelig. Obsesionado por sentirse aceptado y querido por los demás, este oficinista adoptaba la apariencia, cual camaleón, de aquel que estuviera a su lado. Su figura pronto suscitó el interés de la comunidad científica y de la opinión pública. Fue internado en un hospital y sometido a estudio, pero su hermanastra Ruth y su cuñado Martin Geist decidieron sacarlo y convertirlo en una atracción de feria, lo que aumentó su fama aun más.

La muerte de los dos explotadores permitió a la doctora Eudora Fletcher ocuparse de Zelig. Recluidos en una casa de campo, la Dra. Fletcher sometió a Zelig a varios experimentos hasta conseguir que recuperara su propia personalidad, y convertirse así en un individuo, en un ser humano. Los sentimientos de doctora y paciente pronto fueron más allá de lo profesional hasta caer enamorados el uno del otro.


Dos semanas antes de la boda, apareció una mujer que decía ser la esposa de Zelig; a ésta sucedieron otras, y numerosas víctimas de las distintas ‘personalidades’ que Zelig adoptara en su etapa camaleónica. Abrumado por el hostigamiento de la opinión pública, Zelig recayó y terminó desapareciendo. Meses más tarde, la Dra. Fletcher lo descubrió en unas imágenes en las que aparecía junto al Führer, y decidió ir en su busca. Un incidente en un mitin de Hitler obligó a la pareja a huir de nuevo. Gracias a la transformación de Zelig en piloto, lograron escapar en un avión. Tras la hazaña, Zelig regresó a casa convertido en un héroe.
Sobre Woody Allen
De Woody Allen (Brooklyn, New York, 1935-) y sus películas se ha escrito y dicho tanto y con tanto elogio y alabanza, que cualquier discurso sobre su cine se centra en discutir cuáles son sus mejores películas, discurso tan difícil de armar y argumentar como el que pretende refutar su genialidad. Hasta 1977, Woody Allen había rodado puras comedias, próximas a la parodia y en algunos casos al slapstick, que habían apuntalado su fama como cómico que ya arrastraba de sus tiempos como monologuista (la famosa stand up comedy americana). Ese año rodó Annie Hall, con la que ganó los Oscar a Mejor Película, Mejor Guión y Mejor Dirección, y con la que abrió su cine a un impresionante abanico de posibilidades dramáticas. En los años siguientes vendrían sus primeros dramas (Interiors, 1978; y Manhattan, 1979), y con ellos, un Woody Allen más maduro. Cuando rueda Zelig, Woody Allen tiene 48 años, y absoluta libertad creativa. Zelig es una de sus mejores películas, lo cual no es decir mucho, pero sí subrayar algo: que Zelig es uno de sus más conscientes y perfectos esfuerzos creativos.

Sobre Zelig

El tema central de Zelig es la identidad. Como personaje, el de Leonard Zelig es un arquetipo de una hondura metafísica gigantesca. Zelig es un Doctor Jekill sin fe, y por tanto sin salvación posible. En este sentido, es pariente de Josef K, puesto que con él viaja un sentimiento de culpa que no precede al castigo. Zelig se siente solo, despreciado y abandonado por los demás, castigado desde la cuna sin saber por qué. Descubrirá la causa cuando en el colegio no pueda soportar la carga de no haber leído Moby Dick. Esta culpa se le clavará en las entrañas y le llevará a buscar la redención de sus pecados en la paroxística semejanza con su prójimo. El personaje de Scott Fitzgerald en el film afirma: “sólo quería ser querido, por eso se deformó hasta el extremo.” Junto al perdón, Zelig hallará el amor de la Dra. Fletcher, en el que encuentra parcialmente la cura de su mal.

La otra muleta en la que se apoya proviene del relato y es el humor. Ante la ausencia de un absoluto que guíe al hombre, el humor es la única vía de exaltar el relativismo sin caer en la desesperación. El humor es el hilo que da Woody Allen al héroe kafkiano para que encuentre la salida del laberinto.

Zelig también es una metáfora de los años 20, y de los Estados Unidos, tal y como indica Irving Howe en el film, pero fundamentalmente lo es del judío. Sin identidad como pueblo por la ausencia de patria, el judío busca su lugar en el mundo en el mimetismo, en la perfecta adaptación al país que lo acoge. Si el católico transforma su culpa en angustia existencial y encuentra el consuelo definitivo en la muerte, el judío la sublima en su camaleónica capacidad de adaptación. Y Zelig, el hombre alienado fuera-de-sí, es la transposición dramática del pueblo exiliado fuera-de-patria.
Como el personaje de Stevenson, Zelig sufre una transformación de su personalidad, pero a diferencia de aquél no lo hace en ‘otro’ sino en infinitos ‘otros’, lo cual eleva el mito de la dualidad a una dimensión más abstracta y de mayor alcance. Desde un punto de vista psicológico, la película se aleja de la concepción freudiana de la psique y asume la dualidad jungiana, con la que juega a la fuga y la repetición. Los distintos personajes en los que se encarna Zelig no son necesariamente la negación de su verdadero Ser, sino su Sombra, una parte no asumida de su personalidad. No deja de ser paradójico que Zelig se salve y se convierta en un héroe gracias a su metamorfosis en piloto. Es su enfermedad la que le salva; su ‘otredad’ la que le afirma. Esta concepción del ser humano afectará a la película en la forma de su relato, donde se encuentra uno de los mayores logros del film.

Zelig está narrada como un falso documental, esto es, con un narrador impersonal y un punto de vista completamente desprendido del personaje, que no pretende la identificación del espectador con él, como es corriente en el cine narrativo. Woody Allen ya había probado este recurso en Toma el dinero y corre, en la que diversos conocidos de Virgil Starkwell daban su testimonio sobre su figura. En Zelig no son familiares ficticios los que reflexionan sobre Leonard, sino figuras de la cultura americana que emiten su opinión acerca del fenómeno. Susan Sontag, Saul Bellow o Irving Howe subrayan con su presencia el aspecto documental del film. Esta opción de punto de vista y de género, lejos de ser una original manera de construir el discurso, es la solución más económica y precisa para narrar esta historia.
Zelig no se podía haber contado de otra forma, puesto que la identificación con el héroe se fundamenta en la negación del antagonista, del ‘otro’, y en este caso, no hay antagonista; si acaso es el mismo Zelig en las distintas personalidades que adopta, y como hemos visto, éstas son las que finalmente le salvan. Próxima al teatro de Bertold Brecht y ajena a la concepción aristotélica del relato, Zelig fundamenta en el distanciamiento su propuesta dramática. En este sentido, tampoco es coincidencia que el personaje pase un tiempo en la Alemania nazi que quemara los libros del escritor alemán.

Identidad, religión, sexo, amor, psicoanálisis. Todos los temas del cine de Woody Allen están presentes en Zelig de una forma sublime. Ni siquiera falta su homenaje/parodia a sus cineastas de culto. En esta ocasión, toda la película recuerda al documental con que abre Ciudadano Kane; y para que no se pierda la intención, Zelig irá a Xanadú, en compañía del mismísimo William Randolph Hearst.
La película tuvo dos nominaciones al Oscar y una tibia acogida por parte del público, tanto en Estados Unidos como en España, donde no llegaron al medio millón los espectadores que la vieron, un tercio de los de Annie Hall o Manhattan. Hoy, Zelig es una obra maestra de 79 minutos, brillante, enigmática, irónica e inmortal, una de las mejores películas de Woody Allen (lo que no es decir mucho).
Curiosidades
Uno de los personajes históricos que se prestan a colaborar en el film es el psicólogo Bruno Bettleheim. Heredero del legado humanista de C.G. Jung, destacó por su labor en la interpretación psicoanálitica de los mitos. Es autor de Psicoanálisis de los cuentos de hadas, uno de los libros más influyentes en guionistas y escritores que el mismo Stanley Kubrick tomaría como referencia para preparar El resplandor (The shining, 1981).