viernes, 8 de septiembre de 2006

Arena en los bolsillos (2006, César Martínez Herrada)

Publicada en Cine para leer. Julio-Diciembre 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Arena en los bolsillos es otra película por y para adolescentes, otra muestra más para regocijo del espectador adormecido por el opio balsámico de los buenos sentimientos, hoy del buen talante.


Arena en los bolsillos narra la historia de cuatro jóvenes que emprenden un viaje a la costa huyendo de la circunstancia insoportable que cada uno de ellos acarrea en Madrid: Iván huye del centro de acogida en el que vive desde los ocho años porque su madre no tiene el valor suficiente para enfrentarse a su pareja y hacerse cargo de él; Lionel huye de sus compatriotas rumanos a quienes ha traicionado por rajarse en un atraco; Clara huye de un padre que la ahoga con su control; y Jennie lo hace de su madre, del bar astroso y grasiento en el que tiene que ayudar para sacar la familia adelante.

La película deambula por toda una serie de clichés sobre la “marginalidad”, clichés que se van sucediendo uno tras otro. Así, vemos al educador social “idealista” (Daniel Guzmán), que pretende salvar a Iván de su circunstancia, frente a la compañera “conformista” que intenta reincorporar a su compañero en la realidad; vemos a los padres maltratadores, que exorcizan toda su frustración e impotencia en sus hijos; vemos a las mafias rumanas, malas, malas...; a la madre avergonzada que oculta a su hijo su condición de indigente; al taxista machista, chuloputas; y así, hasta llegar al definitivo lugar común del español temeroso acerca del inmigrante: “¿no tenéis suficiente con venir y quitarnos el trabajo?”.

Es una película de espíritu enfermo que se transmite a las interpretaciones, tan poco convincentes, a un guión sin originalidad, y a un uso reiterativo de la música.

La película es heredera de Barrio (1998), y de El Bola (2000), y refleja la debilidad de la sociedad actual, profundamente inmadura, incapaz de hacer frente a la realidad, una sociedad que se atrinchera en el bienestar, la seguridad y una falsa solidaridad para evitar enfrentarse a su destino. Lejos quedan los años de Eloy de la Iglesia y del Jaro (Navajeros, 1980), ese héroe extraordinario “con más rabo que la Pantera Rosa” que se asumía hasta los tuétanos.