viernes, 12 de mayo de 2006

El mundo alrededor (2006, Álex Calvo-Sotelo)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Película muy mala de la que sólo es reseñable como positivo el trabajo de Críspulo Cabezas (Barrio, 1998), quien interpreta a un joven introvertido, y es el único que proporciona a su personaje algo de realidad. El resto de los actores, entre los que figura Antonio Molero –el Fiti de Los Serrano, 2003-, deambulan por un guión muy malo del que es difícil adivinar la verdad de sus personajes. El resultado es una cáfila de clichés que se desmoronan desde el primer fotograma.


Nada en El mundo alrededor es verosímil salvo la participación de un histórico de Radio 3 en sus comentarios radiofónicos. El encuentro con la Guardia Civil, la confusión de Vina-rós por Viña Rock, la homosexualidad del heavy hipertrófico, el accidente de la furgoneta, la historia de los hermanastros, el desamor de Mamen, el paso del tiempo en un fin de semana: la película es una sucesión de episodios autocomplacientes, que retratan a un grupo de perdedores desde un punto sádico, ya que estos se muestran como estúpidos, o tramposos, o ingenuos, y sin ninguna aparente posibilidad de salvación.

Sólo las subtramas amorosas se contraponen al espíritu “freak”, pero son concluidas con una mirada tan adolescente como la “tragedia” en la que se sumergen sus vidas. Al final todos se quieren, cada oveja con su pareja, sin que haya lógica ni magia a la que agarrarse para justificar estos cierres, puesto que son arbitrarios y responden más a la necesidad de respetar los esquemas narrativos, y de introducir un contrapunto “positivo” al fracaso general del grupo. Como si nos quisieran decir “la vida es una mierda pero nos queda el amor”.

La película, rodada con vídeo digital, tiene una producción pobre que, en este caso, tampoco es lo más indicado para una road-movie que recorre casi toda España. Aun así, es destacable que la película cuente con las colaboraciones de profesionales tan destacables como Antonio Resines, Luis Tosar y Raimundo Amador.

En definitiva, segundo largometraje de Álex Calvo-Sotelo (Se buscan fulmontis, 1999), muy malo, en el que sólo destaca por lo bueno el actor Críspulo Cabezas.

Tránsito (2005, Marc Forster)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


La última película del autor de Monster Ball, 2001, y Descubriendo nunca jamás, 2004, se ha estrenado en un único cine en el municipio de Madrid y en versión doblada. Aunque se trata de una película bastante irregular, sigue siendo más meritoria que muchas de las que ocupan posiciones de privilegio en la cartelera madrileña. Además, Tránsito cuenta con la participación de Ewan MacGregor y la extraordinaria Naomi Watts en los roles protagónicos, circunstancia que en principio vuelve más extraña aún su reclusión al Liceo de Marcelo Usera.


En cualquier caso, Tránsito es una de esas arriesgadas películas de fábula deconstruida en las que es difícil comprender lo que ha ocurrido, es decir, que es difícil responder a la pregunta “¿de qué va?”, porque la distancia entre la intriga –la historia tal y como está contada en la película- y la fábula –la historia manteniendo el orden lógico y cronológico de los acontecimientos- es abismal. Es evidente que la lógica y el orden temporal no son condiciones necesarias para contar una historia, pero en cualquier relato debe existir una lógica interna que coexista más allá de la ruptura temporal o de los saltos entre dos, tres o cincuenta universos paralelos que se alternen entre sí. Esa lógica interna parte de que el director sepa lo que está contando –la fábula– y sea consciente del desorden que introduce en su relato. Cuando el guionista y el director no son la misma persona, existe el riesgo de que esas dos nociones fundamentales (fábula, y sentido en el desorden) se pierdan al viajar de una cabeza a otra. Tránsito tiene esa esquizofrenia autoral que le hace extraviar el sentido de lo que está contando. A diferencia de Mulholland Drive (David Lynch, 2001), la película de Forster carece de la capacidad hipnótica que debe sostener una película de la que no se ve hacia dónde camina. Si ese poder hipnótico de las secuencias se pierde, entonces el relato pierde gran parte del interés, que es precisamente lo que ocurre.

Ya son lejanos los tiempos en los que se usaba esa nieblecilla para marcar la transición entre la vigilia y el sueño, el presente y el pasado, o la realidad y la ficción. Hoy en día, estos “tránsitos” son marcados por la propia lógica del relato con efectos retroactivos, es decir, que el paso de un universo a otro no es establecido con el cambio de plano, sino con el retardo añadido por el desarrollo de la acción.

Tránsito narra el mundo imaginario de un joven, Henry Letham, que acaba de sufrir un accidente de tráfico en el puente de Brooklyn. Henry es asistido por otros dos conductores, Ewan MacGregor y Naomi Watts. En el tránsito entre la vida y la muerte, Henry imagina que Sam Foster (el personaje de MacGregor) es su psiquiatra y Lila (el personaje de Naomi Watts) su pareja. En ese mundo imaginario que se inventa sobre la carretera, Henry es un paciente que oye voces que le desvelan el futuro; en una de las sesiones, Henry revela a Sam su intención de suicidarse en tres días. En esos tres días hasta la fecha señalada, Sam investiga la vida de su paciente con objeto de salvarle; en ese proceso de búsqueda, empieza a sufrir una serie de trastornos que ponen en juicio su identidad: varios déjà vu, encuentros con muertos, extrañas coincidencias... precisamente, todos los síntomas que presentaba el joven Henry, como si se produjese una transferencia de identidades entre el accidentado y el auxiliador. Prolongando esa transferencia, en el pasado Lila también intentó cometer suicidio. Tras múltiples peripecias con todos los conocidos de Henry, Sam descubre que se suicidará en el puente de Brooklyn. De esta forma, todos los personajes se encuentran de nuevo en el lugar del accidente que inicia la fábula.

Este destripamiento de la película no pretende estropear su visión a futuros espectadores. Es simplemente un juego con el que se pretende verificar si Tránsito sería una mejor película conociendo de antemano el final de la intriga, que es el inicio de la fábula.

Al margen de su estructura narrativa, Tránsito es muy interesante desde el punto de vista de la puesta en escena. El último plano de una secuencia guarda una lógica con el primero de la secuencia siguiente, de tal forma que el salto en tiempo y espacio no existe en el relato. Es una manera interesante de producir el efecto de permanencia a través de la transferencia de los atributos del joven Henry en el tiempo, en el espacio, y en la identidad de sus alter ego. Igual intención tienen los saltos de eje en sus conversaciones con el psiquiatra Sam Foster, los juegos visuales con espejos, o los cambios de dirección y de ubicación espacial de los personajes dentro del plano. Si bien se aprecia una intención y una inteligencia en todo ello, el resultado es excesivamente racional y sofisticado. Tránsito acaba siendo un juego hueco porque el fondo psicológico de la fábula se pierde en la complejidad de la intriga, y en la sofisticación de la puesta en escena. En este caso, la forma de contar las cosas va, a mi modo de ver y a riesgo de equivocarme, va contra la historia y contra lo que se pretende decir con ella.

Tránsito es pues una película “un poco rara” que, a diferencia de otras excelsas rarezas, se queda en ello. No es de extrañar por tanto, a pesar de su ambición, su desastroso camino por las pantallas americanas y su reclusión madrileña en el distrito de Usera.

viernes, 5 de mayo de 2006

Rosas rojas (2005, Ol Parker)

Publicada en Cine para leer. Enero-Junio 2006, Ed. Mensajero, Bilbao.


Historia de amor a primera vista entre una lesbiana florista (Luce) y una recién casada (Rachel). Para dotar a la historia de romanticismo del trágico, el flechazo se produce cuando la novia está recorriendo el camino hacia el altar. Más cine para consumo de adolescentes, que además tiene la desgracia de carecer de originalidad y ser bastante previsible. Sin ánimo de estropear el final a nadie, acaban juntas.


Me pregunto cómo se ha podido hacer una película tan mala, cómo se ha producido la confluencia de astros necesaria para que seis productoras, tres Estados europeos y más de cien profesionales de la industria cinematográfica, se unan para traducir en imágenes esta historia para espíritus débiles. Imagino que son tiempos difíciles en los que, saturados de sexo, y con los estómagos y las neuronas embrutecidos, surgen productos para adormecer a los jóvenes, que sigan creyendo en el amor mientras se comen un Whopper y se meten mano. Aparte del interés económico en hacer este tipo de películas, de las que entretengan y no hagan pensar mucho, permanece intacta la responsabilidad del artista de educar los espíritus. En Imagine Me & You, su director y guionista, Ol Parker, ha atendido exclusivamente a la otra responsabilidad, la de llevar dinero a casa, que en el oficio del creador artístico, a veces genera un conflicto moral de difícil resolución.

Entre los actores que han colaborado en esta comedia romántica, figuran la protagonista del Bar Coyote (2000) Piper Perabo, que interpreta a su personaje sin gracia, y el gentleman de Match Point (2005) Matthew Goode, que está todo lo bien que puede estar, al igual que Lena Headey, que resuelve bien su papel.

Eso no quita que sea una mala película, con diálogos poco trabajados, y tramas y subtramas resueltas con una obviedad previsible, tanto a nivel de guión como de puesta en escena. Pero como no hay libro malo que no tenga algo bueno, en Imagine Me & You encontramos alguna secuencia divertida (el encuentro en el parque, nocturno e inesperado, con una pareja de gays en faena similar a la de Rachel y su marido), muy bien resuelta (que acaban presentándose como si de una recepción ante la Reina se tratara). Y ninguna más: el resto se dirime entre la falta de brillantez y el abuso de los clichés, tan habituales en el género de hoy, como insertar canción romántica para re-subrayar lo romántico de la secuencia, resolver el final haciendo un guiño al durante, o hacer un alegato en favor del colectivo homosexual.

En definitiva, que los problemas crecen, y cada vez más.